No somos invisibles

Eginaren Eginez lucha por la equiparación de oportunidades de las personas con diversidad funcional y quiere hacer visible la desigualdad y discriminación de las mujeres con discapacidad física por la doble condición de género y discapacidad.

Una doble discriminación que es múltiple cuando confluyen otros factores (etnia, opción sexual, pobreza, explotación….), por lo que Eginaren Eginez exige a los poderes públicos acciones directas y concretas orientadas a la atención a la diversidad que conduzcan a la igualdad plena de las mujeres con discapacidad con el resto de mujeres y hombres.

cartel no somos invisibles

Consideramos nuestra discapacidad una circunstancia; las barreras que nos encontramos a diario nos empujan a luchar por nuestros derechos. Si además, le añadimos que somos mujeres, la discriminación es doble y llega a ser múltiple cuando se dan otras circunstancias.

Tradicionalmente las mujeres con diversidad funcional hemos sido un colectivo en situación de exclusión social olvidado tanto por las políticas dirigidas a la erradicación de la discriminación por razón de discapacidad como por las que se dirigen a promover la igualdad entre hombres y mujeres.

La causa se debe buscar en los valores masculinos dominantes en las sociedades capitalistas. Su discriminación bebe de las mismas fuentes que la discriminación que sufren las mujeres en general, pero, además, se ve incrementado cuando se suma el factor discapacidad.

Se habla de doble discriminación en el binomio mujer/discapacidad, pero también de múltiple discriminación porque a esos dos factores se le añaden otros como la etnia, la opción sexual, el lugar de residencia, etc., que vienen a aumentar la opresión sobre la misma persona.

Es evidente que la marginación de los hombres y mujeres con diversidad funcional es un hecho históricamente contrastado, que mantiene en la exclusión social a muchas personas no pudiendo hablar de participación en plano de igualdad.

Las mujeres, además, tenemos que enfrentarnos a la infravaloración familiar, en las relaciones sociales, al desprestigio social por no cumplir con los modelos femeninos, a nuestro maltratador, a nuestras semejantes -las mujeres sin discapacidad-, a nosotras mismas…, pero sobre todo, enfrentarnos en situación de desigualdad frente a una ideología y cultura dominante, patriarcal, machista y despiadada que asume hipócritamente la diversidad humana, siempre que la pueda mantener bajo control.

Sin embargo, tanto el género como la discapacidad son construcciones sociales basadas y generadas por una ideología imperante en nuestra sociedad, pero como tales construcciones sociales, pueden ser moldeables y transformadas. Ahí se vislumbran las claves para empezar a romper la situación actual, dando lugar a otra donde hallemos nuevos equilibrios entre valores y respeto a la diferencia que permitan, entonces sí, una participación social de la mujer en plano de igualdad.

En una sociedad democrática, plural y moderna, la participación de todos los miembros de la sociedad en todos los aspectos de la vida debe realizarse en igualdad de condiciones y con la misma libertad para elegir opciones.

El principio de igualdad de oportunidades que tiene en cuenta que los diversos sistemas de la sociedad, el entorno físico, los servicios, las actividades, la información, la formación y la documentación se pongan a disposición de todos respetando la diversidad de los grupos sociales. El principio de igualdad de oportunidades debe asegurar que las necesidades de cada persona tienen igual valor y son poseedoras de los mismos derechos. Así, estamos hablando del derecho a ser educadas y formadas, a desempeñar un trabajo, a la disponibilidad de ayudas técnicas, a la asistencia personal, a no ser explotadas económica y socialmente, a no ser maltratadas ni sufrir abuso, a no ser esterilizadas involuntariamente y sin conocimiento, a poder adoptar, etc., es decir, el cambio de mentalidad es radical, debemos pasar de entender la sociedad como algo aparte de los grupos que ella misma excluye a entender la sociedad como el conjunto de los grupos que significan la diversidad humana. Si no, seguiríamos hablando de excluyentes y excluidos.

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Eginaren Eginez lucha por la equiparación de oportunidades de las personas con diversidad funcional y quiere hacer visible la desigualdad y discriminación de las mujeres con discapacidad física por la doble condición de género y discapacidad.

Una doble discriminación que es múltiple cuando confluyen otros factores (etnia, opción sexual, pobreza, explotación….), por lo que Eginaren Eginez exige a los poderes públicos acciones directas y concretas orientadas a la atención a la diversidad que conduzcan a la igualdad plena de las mujeres con discapacidad con el resto de mujeres y hombres.

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Consideramos nuestra discapacidad una circunstancia; las barreras que nos encontramos a diario nos empujan a luchar por nuestros derechos. Si además, le añadimos que somos mujeres, la discriminación es doble y llega a ser múltiple cuando se dan otras circunstancias.

Tradicionalmente las mujeres con diversidad funcional hemos sido un colectivo en situación de exclusión social olvidado tanto por las políticas dirigidas a la erradicación de la discriminación por razón de discapacidad como por las que se dirigen a promover la igualdad entre hombres y mujeres.

La causa se debe buscar en los valores masculinos dominantes en las sociedades capitalistas. Su discriminación bebe de las mismas fuentes que la discriminación que sufren las mujeres en general, pero, además, se ve incrementado cuando se suma el factor discapacidad.

Se habla de doble discriminación en el binomio mujer/discapacidad, pero también de múltiple discriminación porque a esos dos factores se le añaden otros como la etnia, la opción sexual, el lugar de residencia, etc., que vienen a aumentar la opresión sobre la misma persona.

Es evidente que la marginación de los hombres y mujeres con diversidad funcional es un hecho históricamente contrastado, que mantiene en la exclusión social a muchas personas no pudiendo hablar de participación en plano de igualdad.

Las mujeres, además, tenemos que enfrentarnos a la infravaloración familiar, en las relaciones sociales, al desprestigio social por no cumplir con los modelos femeninos, a nuestro maltratador, a nuestras semejantes -las mujeres sin discapacidad-, a nosotras mismas…, pero sobre todo, enfrentarnos en situación de desigualdad frente a una ideología y cultura dominante, patriarcal, machista y despiadada que asume hipócritamente la diversidad humana, siempre que la pueda mantener bajo control.

Sin embargo, tanto el género como la discapacidad son construcciones sociales basadas y generadas por una ideología imperante en nuestra sociedad, pero como tales construcciones sociales, pueden ser moldeables y transformadas. Ahí se vislumbran las claves para empezar a romper la situación actual, dando lugar a otra donde hallemos nuevos equilibrios entre valores y respeto a la diferencia que permitan, entonces sí, una participación social de la mujer en plano de igualdad.

En una sociedad democrática, plural y moderna, la participación de todos los miembros de la sociedad en todos los aspectos de la vida debe realizarse en igualdad de condiciones y con la misma libertad para elegir opciones.

El principio de igualdad de oportunidades que tiene en cuenta que los diversos sistemas de la sociedad, el entorno físico, los servicios, las actividades, la información, la formación y la documentación se pongan a disposición de todos respetando la diversidad de los grupos sociales. El principio de igualdad de oportunidades debe asegurar que las necesidades de cada persona tienen igual valor y son poseedoras de los mismos derechos. Así, estamos hablando del derecho a ser educadas y formadas, a desempeñar un trabajo, a la disponibilidad de ayudas técnicas, a la asistencia personal, a no ser explotadas económica y socialmente, a no ser maltratadas ni sufrir abuso, a no ser esterilizadas involuntariamente y sin conocimiento, a poder adoptar, etc., es decir, el cambio de mentalidad es radical, debemos pasar de entender la sociedad como algo aparte de los grupos que ella misma excluye a entender la sociedad como el conjunto de los grupos que significan la diversidad humana. Si no, seguiríamos hablando de excluyentes y excluidos.

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